jueves, 18 de marzo de 2010

Camino de Un Parque, Nemesio R. Canales

Nosotros los puertorriqueños siempre hemos tenido la dicha de tener grandes autores y de distintos tiempos. Hoy les presento a Nemesio R. Canales debido a que realmente estamos viviendo en un mundo urbanizado y en estos tiempos el calor esta "de madre."

Nemesio R Canales nació en Jayuya el 18 de diciembre de 1878. Estudio leyes y llego a ser abogado, político y escritor. Escribo varios artículos que fueron publicados la columna Paliques del periódico El Día. Fundó con Luis Lloréns Torres, el periódico Juan Bobo y las revistas Idearium y Cuasimodo
y fue director de La semana.
El 21 de enero de 1909 presento un proyecto el cual trataba sobre la emancipación de la mujer y este recibió grandes críticas, una de las cuales, la recibió de José de Diego cuando este alego que las mujeres son de la casa. Su proyecto fue rechazado y años más tarde Luis Muñoz Marín lo presento y le aplaudieron, sin embargo el único que felicito a Canales fue el mismo en una publicación a un diario de la isla.
En 1919 inicio un viaje por varios países, en los cuales dicto diversas conferencias culturales. En 1922 regreso a Puerto Rico y desempeño distintos cargo: procurador general auxiliar en el Departamento de Justicia y de catedrático en la Escuela de Leyes de la Universidad de Puerto Rico.
Entre sus obras se encuentran: la comedia El héroe galopante y las novelas Feliz Pareja, Hacia un Lejano Sol y Mi voluntad se ha muerto.
Cabe destacar que Nemesio r. canales escribía con varios seudónimos por ejemplo, Juan Bobo, N, Don Juan Manuel, Cesar, entre muchos otros.

Las distintas obras de Canales son excelentes y una de mis favoritas es Camino a de un Parque.
En este ensayo critica la visión del progreso entorno a la edificación en el siglo XX por falta de planificación (cualquier acercamiento a lo que estamos viviendo es pura realidad).

Camino de un Parque

Hace un calor tan grande, tan africano, que le derrite a uno las ganas de vivir.
Y en la tremenda angustia de este calor bárbaro, la idea de lo verde, de lo fresco, de lo eglógico, me persigue como una obsesión.
¡Que amable y que bello seria el mundo si estas ciudades secas ay antipáticas estuviesen rodeadas de frondosos bosques donde pudiera uno perderse en estas horas de perra canícula!
Pero en vano tiene uno la vista por todas partes buscando con histérico afán un trozo de verdor, un fragmento de égloga.
Aquí solo hay casas y mas casas - apiñadas unas sobre otras como si quisieran contar algo muy gordo al oído sobre las yermas y opacas vidas de sus dueños- y aceras y muros y techos de ardiente ladrillo que tuesta los ojos.
¡Que hombres los que edificaron esas ciudades! ¡Como se echa deber por todas partes su tosquedad terrible! Para ellos el sitio ideal para un pueblo era el más seco y el más plano, el que se asemejase más a una galleta. Su gran lujo consistía en tostarse dentro de los espesos muros de una casa hermética, sin acordarse nunca de las soberbias campiñas que estaban tan cerca.
Sabían aquellos hombres sudar la gota gorda en rudas faenas comerciales o agrícolas hasta reunir, para sus yernos generalmente, un capital más o menos grande que ellos no gozaban; pero ignoraban que el licor de la vida resulta una pócima demasiado amarga cuando no se le sabe echar de cuando en cuando su gota de poesía.
Y los hombres de hoy -hijos o nietos de aquellos- poco han adelantado en su visión del mundo. Quieren que haya cloacas, quieren que las calles sean adoquinadas, quieren progreso; pero para nada se acuerdan de que estamos en un clima tórrido donde la más elemental de las necesidades es un parque, un trozo de campiña libre donde poder tenderse, cuando el sol aprieta, al asombra de un gigantesco y susurrante árbol
¿Por qué Ponce no tiene un parque? ¿Por qué bizarra, <>, que tantas empresas generosas ha iniciado, no rompe su intrépida lanza en pro de ese elemento indispensable de ornato e higiene? ¿Es que es cosa tan difícil el hallazgo de unas pocas cuerdas de terreno propias para el objeto indicado? ¿ no nos brinda nuestra prodiga naturaleza, aquí, allá y mas allá, sitios deliciosos donde bastaría tender sencillamente una cerca para tener el parque sonado?
No es solo limpiando corrales y matando ratones como se higieniza un pueblo. Hay que darle también un trozo de campo en que -siquiera el domingo- sus pulmones gocen de un baño de oxigeno.
No es construyendo mas y mas escuelas como se hace cultura. La cultura no consiste en saber multiplicar y dividir ni meterse una gramática, una historia y un mapa en la cabeza. La cultura consiste en abrirse ventanas al espíritu por donde entre y salga en perene reflujo esa indecisa luz crepuscular que emana de la armonía y el misterio de las cosas. La cultura consiste en apropiarse y llevar dentro de uno algo así como un eco de ese latido eterno del mundo, que se anuncia lo mismo en el crujir de una rama que en la canción de un pájaro o el temblor de una estrella.
La cultura consiste en llevar cada cual en su mente un poquito de azul, un fragmento de cielo... ¡y también un girón, un girón blanco y suave de esa niebla que flota y que ondula sobre la paz de oración melancólica o de místico éxtasis de una cumbre lejana y altiva!...
Hay que ir, para buscar higiene y progreso cultural, más allá de la escuela. hay que coger el amable camino de un parque, de una playa, de una colina, de un monte, de un campo, de un rincón cualquiera saturado de naturaleza, donde haya mucho sol, mucho cielo, mucha brisa, mucha flor, mucha rama entrelazada, mucho follaje que borde sobre nuestra cabeza cansada y enferma un dosel de verdura y de paz.
Un cimbreante dosel bajo el cual nuestros jóvenes, seducidos por la belleza del sitio, sientan súbitamente el natural anhelo de acariciar los oídos de sus novias con música de versos.
Música de los versos de Bécquer, de Machado o de Darío que ahuyente de sus labios las chocarrerías e insulsez que aprendieron en tertulias de esquina o de café.
¡Música excelsa en cuyo fondo el temblor de la rama, de la canción y de la estrella, forma un ritmo que despierta con cada ondulación en nuestras almas... como un eco lejano y doliente del eterno e inmenso latido del corazón del mundo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario